martes, 29 de diciembre de 2009

Palabras para un nuevo año...y para toda la vida...


El Buscador(cuento)
de Jorge Bucay

Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra, tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debería ir a la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de si mismo, de modo que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó a lo lejos la ciudad de Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores bellas. La rodeaba por completo una especie de valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y camino lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras aquella inscripción: "Aquí yace Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días" . Se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a leerla decía: "Aquí yace Yamir Kalib vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas".
El buscador se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años.
Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. No, ningún familiar dijo el buscador. ¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente que los ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano respondió: Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta como ésta que tengo aquí colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, que fue lo disfrutado... a la derecha, cuánto tiempo duro el gozo. Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media? Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso de la primera noche, ¿cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso..? ¿Dos días..? ¿Una semana..? Y el casamiento de sus amigos..? ¿Y el viaje mas deseado..? ¿Y el encuentro con quien vuelve de un país lejano..? ¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de esas sensaciones...? ¿Horas? ¿Días? Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos.
Cuando alguien muere es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo vivido.

...Es mi deseo que este año que termina haya dejado muchas anotaciones en la libreta de cada uno de nosotros y que el año próximo vivamos tan intensamente que la suma del tiempo disfrutado sea mayor cada día...
¡FELIZ AÑO NUEVO!

Patricia
Si desean verlo en video: http://www.youtube.com/watch?v=P_y1i0ntkK8

viernes, 18 de diciembre de 2009

Más que una tradición...

Buscamos en el armario...sacudimos el arbolito, comprobamos si funcionan las luces, descartamos los adornos que no están en condiciones, decidimos que le vamos a agregar (siempre tiene que tener algo nuevo) y entre todos el 8 de diciembre armamos el arbolito tan esperado...
Algo de Historia:
Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa, descubrieron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol perenne, en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Este árbol simbolizaba al árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín; y en las raíces más profundas estaba Helheim (el reino de los muertos).

Cuentan que San Bonifacio, evangelizador de Alemania e Inglaterra, derribó el árbol que representaba al dios Odín, y en el mismo lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios y lo adornó con manzanas y velas, dándole un simbolismo cristiano: las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador.

Esta costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media y con las conquistas y migraciones, llegó a América.Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se cambiaron las manzanas por esferas y las velas por focos que representan la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.

Se acostumbra poner una estrella en la punta del pino que representa la fe que debe guiar nuestras vidas.También se suele adornar con diversas figuras el árbol de Navidad. Éstos representan las buenas acciones y sacrificios, los “regalos” que le daremos a Jesús en la Navidad.

Fuente: http://www.es.catholic.net/celebraciones/120/301/articulo.php?id=1780

Lo importante es que sea un momento para compartir en familia y para comenzar a vivir la navidad...

lunes, 7 de diciembre de 2009

"Donarse"...una palabra generosa...



Esta fue la primer campaña a favor de la donación de órganos de la que tengo memoria ("Existe la vida después de la muerte. Done sus órganos" Año: 1991), en una época que se empezaba a hablar más naturalmente de la posibilidad de donar órganos. Hoy a pesar de haber pasado casi 20 años todavía no hemos tomado plena conciencia de esta necesidad aunque los datos del I.N.C.U.C.A.I. son alentadores.

Para conocer:
Expresar la voluntad respecto a la donación de órganos es ejercer el derecho que tiene todo ciudadano de dejar asentado su deseo respecto al destino de sus órganos y tejidos para después de su muerte. Es un trámite sencillo y gratuito que puede realizar cualquier persona capaz a partir de los 18 años.
Consiste en acercarse personalmente a una dependencia autorizada con el documento de identidad, manifestar la voluntad afirmativa o negativa respecto a la donación y firmar un acta de expresión.
El Incucai registra esta voluntad en el Sistema Nacional de Información de Procuración y Trasplante de la República Argentina (SINTRA), manteniendo carácter confidencial.
La expresión afirmativa o negativa puede ser revocada en cualquier momento por el propio manifestante, pero no puede ser cambiada por ninguna persona después su muerte.
De no existir manifestación expresa, la ley presume que la persona es donante. En ese caso, en el momento de la muerte, el organismo responsable solicita testimonio a la familia su sobre la última voluntad del fallecido.

Fuente: http://www.incucai.gov.ar